La condición de la vida pienso que está regida por la dualidad comodidad/inconformismo. Y es que la vida, en su sentido más práctico y cotidiano, se desarrolla entre dos polos hacia los que tiendo, dependiendo del momento, que son la comodidad de la casa y la euforia que produce salir de la rutina. Y es que ambas tendencias suponen una contradicción en mi persona: el solo hecho de pararme a pensar sobre mi situación cuando vivo en la estabilidad, me lleva a pensar que la vida para ser aprovechada no debe ser monótona, por cómoda que sea.

En el exponente de mi felicidad y seguridad, tengo la sensación de que aún siendo feliz no encuentro lo que hace que la vida sea vital, que es lo que debe caracterizarla. Por otro lado, los momentos en que mi existencia es más incierta y mi futuro impensable, no puedo hacer más que desear y perseguir una dosis mínima de aliento, un seguro por ilusorio que sea. Así me debato por este mundo, deseando y temiendo lanzarme, quién sabe si hacia el sol o hacia un pozo, pero ambos lugares sin asideros ni respaldos ni repostadores.

Quizá continúe así hasta el día de mi muerte, quizá abrace la felicidad de la tranquilidad, quizá salte a quién sabe qué lugar. ¿Qué situación es esta que no me da la felicidad, ni me hace sentir el viento fresco de la incertidumbre? Esto que vivo es la promesa del hogar, no es el hogar mismo; es la sensación privada de estímulos, la emoción provocada por sensación alguna.