Tanatografía

20 enero, 2015

Pedro García Olivo

Publicado en Arte, Reflexión

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Hola Pedro, antes de nada, gracias por el regalo inspirador que son tus libros. Acabo de leer Dulce Leviatán (y ver las 2/3 partes disponibles del vídeo de su presentación en Castellón) y te escribo como estrategia para reflexionar sobre los contenidos, en relación con mi experiencia personal del asunto, mi particular investigación, o como comentario en forma de respuesta a quien considero maestro libremente elegido, una crítica en clave de cariño,[1] o por alusiones, ya que me identifico con ese proceso de auto-construcción que defiendes. En realidad, me reconozco en distintas figuras, tan bien caracterizadas: entre los Críticos, a veces los Antagonistas y en ciertos aspectos de los Victimados. De ahí procede la intención de compartir mi diferencia específica. Y disculpa de antemano la imprecisión de los conceptos empleados, la caprichosa puntuación, la abigarrada sintaxis y demás barbaridades cometidas.

La reflexión, que ya barruntaba cuando pasé por Sesga hace casi dos años, no sé si lo recordarás tanto como yo, se inscribe en la misma dirección de tu análisis, como otro paso más del mismo camino, otra variación del mismo arquetipo, su continuación generacional. Se trata de contribuir con un leve desplazamiento en el enfoque del ejercicio propuesto, la crítica radical de la civilización y su Occidente, el imperio de la razón ilustrada; o en otras palabras, la desmitificación de todo objeto trascendental a fin de neutralizar su poder de dominio. Una llamada de atención sobre el ámbito del significante, competencia de la disciplina artística, como dispositivo concreto, material, que produce dinámicas de sentido, y especialmente sobre el efecto de transdicción, opuesto a traducción, interpretación, deconstrucción [o transducción], que constituye el problema fundamental resultado de llevar cualquier teoría a la práctica, de intentar cumplir las instrucciones, de adorar falsos ídolos. Mi hipótesis, por llamarlo de alguna manera, es que todo conflicto, la condición humana en definitiva, aparece cuando creamos hiper-realidad a base de materializar ideas, cuando se confunden significante y significado debido al desconocimiento del propio mecanismo simbólico, a veces inducido intencionadamente, o cuando la praxis deviene pogrom, programa. ¿Polit(h)eia > Politikon?

Debemos identificar, cosificar lo Real, ese espacio metafísico trascendental inexistente, esa ausencia presente origen de todo mal, a partir de la sospechosa confusión entre dos ámbitos inmateriales muy concretos, imaginación y fantasía (C. S. Peirce), respectivamente: el espacio simbólico del pensamiento abstracto, que encontramos tanto en la racionalidad matemática y su aplicación técnica, como en cualquier mitología, forma de arte o literatura contemporáneas, y la auténtica dimensión trascendental que podríamos llamar indistintamente inconsciente colectivo, campo mórfico o memoria genética,[2] accesible a voluntad y operativo mediante estados de trance extático. Valga como ejemplo paradigmático de esa falsa entidad el mundo de las ideas platónico, que inicia el maniqueísmo dualista inteligible/sensible todavía vigente en la actualidad, virtualizado. En resumen, la percepción es una cuestión del rango en el filtrado de la información (categorías/lógicas), siempre articulación simbólica, trastocada en la incoherencia entre Las palabras y las cosas.[3] ¿Tendría alguna relación con esto, la tríada mythos-logos-epos que establece Heidegger? (Intuición que te consulto, mi única demanda, si puedes echar una mano.)

 

Pero vamos con el asunto que nos ocupa, no quiero aburrirte con digresiones más allá de lo estrictamente necesario. El Demofascismo, que prefiguras en tus libros anteriores, conceptualiza la alteridad misma sobre la que se cimenta el falso dilema del Estado/Capitalismo: fascismo y democracia no se oponen, no son causa y consecuencia, son dos caras de lo mismo, dividido por conveniencia; la propia fractura como condición para la aparición de realidades susceptibles de dominio. Zizek compara el trauma freudiano, la plusvalía marxista, (¿el superhombre nietzscheano?,) el fetichismo lacaniano, la curvatura del espacio de Einstein, el Bosón de Higgs: es necesario implementar energía para conseguir orden, simetría; el equilibrio (dinámico previo) es el caos, autopoiesis, anarquía. Pero no debemos confundir la función con el órgano. El soporte de la ideología es la polis, su concreción material. No en vano Virilio se considera urbanista, alumbrando una actualización de la perspectiva historicista del marxismo con la dromología y la cronopolítica, primas hermanas de la cibernética.

No hay dirección en la Historia, mera acumulación de documentos, versiones parciales de hechos no verificables, conectados en un relato que simula el pasar del tiempo para justificar un presente aberrante; la Evolución y el Big Bang son mitos que apoyan la idea de progreso, el Diseño inteligente es teleología, Dios no es un programador informático. En todo caso, ciertas condiciones se relacionan con determinados efectos, la cantidad deviene salto cualitativo, la concentración masiva de individuos implica irremediablemente fragmentación social, antagonismo, dominación.

En el vídeo lo dejas muy claro cuando respondes una de las preguntas del público: esto que vivimos es la Tercera guerra mundial, un conflicto bélico no declarado, a escala global, permanente y difuso, dulcificado ; un estado de excepción instalado gracias a un programa ideológico ejecutado desde cierta clase dominante, sobre una población tan sometida que admite su complicidad con el régimen participando en rituales colectivos destinados a purgar el antagonismo social, causa de la contradicción psicológica individual, esquizofrenia colectiva, y en la construcción de sucesivos chivos expiatorios en distintos sustratos bio/geo-políticos.

Como también señalas, todos somos responsables y parte del sistema, es imposible quedar fuera, no hay regeneración, alternativa o resistencia efectivos, solo queda la fuga, la huida, no participar, desaparecer, habitar los márgenes e intersticios. El Policía de sí mismo evidencia hasta qué punto la lucha se ha interiorizado, cada uno contra sí, todos contra los demás. Pero de esta manera, al extenderse la microfísica del dominio y colonizar toda la esfera humana, podríamos decir que le sucede como al poder, que forma parte estructural del sistema. La otredad del antagonista es múltiple y recíproca: indígenas, disidentes, ciudadanos, élites… todos somos Victimados en cierta medida, agentes revolucionarios en potencia, porque todos sufrimos de una forma u otra las repercusiones de este Estado. El único enemigo es el propio sistema simbólico, el paradigma de la razón tecno-científica, esa construcción ideológica que rige un imperio sin cabeza.

Esto me lleva a la sección de los Críticos, para destacar la excelente labor compartida con Julio César Carrión Castro, de desentrañar las relaciones contradictorias entre la Ilustración, el marxismo y el Estado Socialdemócrata. La evidentísima demora de una sospecha confirmada, una muerte anunciada, escenificada ya en el punto de partida por Antonelle y Babeuf, la escisión liberal/libertario que establece la bifurcación posterior, entre la asimilación pactada del sistema y la consciente oposición radical; dos polos de una misma dialéctica, ambas opciones la misma estrategia. El anarquismo cada vez más sibilinamente desactivado, popularmente satanizado en el punk, enconado en el espejismo de la utopía irrealizable, hoy distopía de la praxis, no heterotopía, y por otra parte, la miope contradicción de los intelectuales, cada uno desde su correspondiente ego, cátedra o cuota de mercado. Desconozco la coherencia entre la vida y obra de Subirats o Sloterdijk, Zizek se reconoce neurótico narcisista y comunista, parte del star system mediático; y no quiero incomodarte alabando tu integridad.

 

Sólo añadiré una referencia al tema de la Sociedad del Bienestar keynesiana, elemento clave en la creación de la propaganda, el marketing subliminal, el control mediático y las operaciones encubiertas, con la denuncia de un personaje objeto de la teoría de la conspiración llamado Edward Bernays, sobrino de Freud, su libro Propaganda y el Instituto Tavistock. Y quizá una discrepancia respecto a Walter Benjamin, la Historia como construcción retrospectiva, la dialéctica negativa y la confianza de la Escuela de Frankfurt en la completa realización del proyecto ilustrado, en general. Desde mi perspectiva, el carácter ficticio de la narración histórica es más que evidente, también la datación cronológica supuestamente imparcial. La Modernidad no es una fase de la Historia, sino unas determinadas condiciones que no debemos ignorar, como ya he señalado más arriba, y la única solución para superarla es fagocitar el antagonismo, llevar el imperativo ilustrado hasta sus últimas consecuencias, desbordándolo, hasta su conclusión. Lo Posmoderno tampoco es una fase de la Historia, ni una rama del saber en un departamento de filosofía, sino la condición que posibilita formas de intercambio simbólico sin depender de autoridades, ni apelar a la verdad, razón o cualquier otro objeto trascendental, y resueltas en el sentido práctico concreto, diferencial, divergente, disensuado. La dialéctica negativa la entiendo, no habiendo leído el libro, como una metodología que permite reducir la inextirpable contradicción, haciéndola permanecer en el ámbito del discurso, en su exterioridad, para no desdoblarse en la apariencia del afuera, que es un constructo metafísico inexistente, también señalado antes.

Cualquier lucha efectiva depende del esfuerzo por asimilar en profundidad la herencia recibida y así favorecer la transformación radical que supondría aprender de los errores cometidos para no repetirlos, aceptándolos, redimidos en clave positiva, reconciliados. ¿La retro-progresión planteada por Salvador Pániker, o en otro sentido, el hiper-conformismo de Baudrillard, que conectarían con la filosofía oriental? ¿Más allá de Occidente no se encuentra el Oriente donde, qué casualidad, se invierte la relación entre la iluminación mística, experiencia de sentido inmediata, inefable, intransferible, y la paradójica oscuridad del Tao, como camino, relación, razón que resuelve en interacción dinámica, Yin Yang, la aparente división fundamental?

 

Y casi termino ya mi particular lectura de tu libro, añadiendo si acaso una duda y una propuesta. La duda nos remite otra vez al turno de preguntas en el vídeo, para destacar la perplejidad del público, compartida por mí en ambas posiciones, como lector de tu obra y en calidad de conferenciante improvisado puesto continuamente en un aprieto, a veces frente a una demanda violentamente exigida. Me explico. En el capítulo de los Victimados describes la increíble existencia de Basilio y Felipe, las asambleas indígenas, el derecho consuetudinario, la Kriss Rromani (no sé si en otro libro), también el polo opuesto representado por el malinchismo, infiltración en distintos niveles, o las políticas de integración del mundo rural marginal y los gitanos, ya medio payos. Así como sucede con los Críticos, considerados radicales y vendidos en distinto grado, en este caso la dicotomía oscila entre la relativa pureza inaccesible de auténticos sujetos en sus colectivos naturales, (a la que no podemos regresar, no nosotros, no en los nuestros,) frente a la irreversibilidad de la asimilación, de la que tristemente somos prueba irrefutable.

Supongo que la perplejidad mencionada es la trasposición de la desesperanza, la ausencia de soluciones posibles en estas coordenadas determinadas, la frustración de no encontrar una salida, no saber qué hacer en la práctica cotidiana. Para tí, yo coincido, la única vía es el ejemplo negativo de los malditos,[4] que también enumeras en alguna ocasión, pero este modelo no es aceptable a ojos de, ni aplicable al individuo contemporáneo, el ciudadano sujeto al derecho que le proporciona su identidad. En última instancia, somos la excepción necesaria de un sistema que lucha contra su irremediable caducidad, regenerándose, anomalías que profetizan su destino anticipado, aunque esto no sirve de ejemplo; nuestro cometido como monstruos reconocidos, y parafraseando mal a Foucault, es crear las condiciones para la construcción de un mundo habitable por individuos verdaderamente libres. Esta, pienso, es la cuestión del último capítulo, cuando denuncias el síndrome de Viridiana extendido microfísicamente, la conversión de la caridad cristiana en ONGismo auto-diferido, es decir, cómo distinguir el cinismo del quinismo y ambos del fanatismo, otra vez tan de moda; cómo separar la paja del trigo, la viga del ojo propio, la aguja del propio pajar, las churras de las Meninas, según diría un amigo.

La propuesta es otra pregunta: Teniendo en cuenta que piensas escribir un número determinado de libros, ¿tratarán en profundidad, desarrollados, los capítulos de Dulce Leviatán (si el Enigma y el Cadáver [5] son el prólogo de una obra en varios volúmenes)? Reconozco que me encantaría contribuir en esos libros que imagino, especialmente en el último, aportando la perspectiva del arte en la capacidad que tiene de conectar las demás disciplinas científicas, para así ayudar a discernir las propias contradicciones o antagonismos de cada una, sus respectivos objetos metafísicos trascendentales, fantasmas en definitiva, y además integrar de forma coherente lo hoy considerado herejía paracientífica, racionalidades disidentes por ello malentendidas: religiones iniciáticas, chamanismo, etnofarmacología, arqueoastronomía, matriarcado, o esoterismos como la simbología, astrología, (psico)magia, Historia oculta, teoría de la conspiración… y de paso, denunciar la impostura masiva del fenómeno OVNI, la exopolítica y los reptilianos sumerios.

Siendo honesto, siento que mi propio trabajo individual debería y aparenta resolverse mediante el diálogo con mi proyección en el otro, múltiple en colectivo, lo que no deja de ser una excusa de mi incapacidad para escribir sistemáticamente y llegar al libro, como evidencia esta carta. Sigo en el trayecto que quizá me lleve a formalizar de una vez mi propuesta para lograr compartirla, todavía oscilando del lenguaje oral al escrito, atravesando el audiovisual: elaborando esquemas de contenidos para estructurar conferencias imposibles, y al revés, grabando y transcribiendo dichas conferencias para editar un vídeo que permita incluir referencias escritas o gráficas. Tampoco descarto la estrategia, presente desde el mismo comienzo, por ahora inquebrantable, de no llegar a publicar nunca, no buscar realizar a toda costa mis proyectos, convenciéndome un poco para aliviar la carga del compromiso adquirido con la lucidez, porque intuyo desde mi más profunda inocencia, otros dirían consuelo o superstición, los peligros de materializar las ideas. La cuestión, me digo, es la estrategia.

 

Una última cosa. ¿Conoces la película Leviatán (2014) dirigida por Andrey Zvyagintsev? Sin haberla visto, yo a esto lo llamo sincronicidad (¿o zeitgeist?), una relación no intencionada que supera la mera coincidencia casual, o a lo peor, desinformación. No sé tú qué pensarás.


(Escrito durante los días que transcurre el infame espectáculo mediático Charlie Hebdo.)

 


[1] «Habituar a los jóvenes a saludar de este modo, a prodigarse cotidianamente en guelaguetzas, en «cariños», es, exactamente, educarlos en la voluntad de servicio a la comunidad, en la atención a las necesidades del otro, en la ayuda desinteresada, en el compromiso colectivo en pos de la «vida buena», la paz local, la armonía, la bonanza eco-social…»

[2] C. G. Jung, Rupert Sheldrake y la epigenética.

[3] Michel Foucault, 1966.

[4] «…Nietzsche, Van Gogh, Kropotkin, Bakunin, Bataille, Brecht, Godard y tantos otros.»

[5] El enigma de la docilidad (2005) y Cadáver a la intemperie (2013) Pedro García Olivo.

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