Tanatografía

21 febrero, 1999

El peor momento de la Historia

Publicado en Actualidad, Arte, Autoayuda, Escritura, Reflexión

Registrar en vídeo el desagüe de una bañera, para apreciar el vórtice que se forma. Resaltar cómo se va por el desagüe la idea de espiral posmoderna. Quizá también exponer una imagen de alguien que es tragado por un torbellino de mar. Una foto, un dibujo de época [un grabado estilo Gustave Doré]. Por otro lado, la realización de la teoría hace de lo posmoderno poco más que un ejercicio de quedarse pasmado con la contemplación de la mierda propia. Incluso me llego a preguntar qué coño estoy haciendo, escribiendo lo que es pura vivencia.

 

Creo que vivo en el peor momento que haya podido dar la Historia. La mediación de la realidad es comparable a los imperativos de la mismísima iglesia católica en sus mejores tiempos. Solo existe un concepto que encierra una forma de entender la vida, que se ejemplifica en la TV y sus derivados como forma de propaganda total. (Debo hacerme entender en mejores términos.)

El ejercicio de poder es de tal magnitud que no se puede nombrar y es terrible, porque anida en el propio subordinado. ¡La gente piensa que es libre! El único mensaje: compra para vivir para comprar para vivir para comprar… hasta el infinito. Esto es la promesa de la felicidad no cumplida.

Llego incluso a encontrar propaganda en una promoción A3Z de la serie Holocausto, con Meryl Streep y peña famosilla, que expone la cruda realidad de los judíos en los campos de concentración. En el tráiler se oye, sin ver las imágenes, una llamada al trabajo para combatir el fascismo. Todo es puta propaganda.[1]

 

Si debo emparejar esto con alguno de los dos, desde luego que prefiero 1984 antes que Un mundo feliz.[2] Creo sentir más la suciedad de los ministerios antes que las ideas de Huxley (debo volver a leerlo). El Gran Hermano habita en cada uno de nuestros corazones. Si antes pensaba que la libertad es la culminación de la vida, ahora me cago en todos sus muertos porque lo único que quiero es que nadie me toque los cojones. Y aclaro que la alusión a mis testículos es apología anti-feminista.[3] Dejadme vivir mi vida, joder.

 

Hacía meses que anhelaba poder cagarme en los muertos de todo. Perdonen los muertos que en ningún momento quise disgustarles; disculpen el lenguaje callejero. Ahora me encuentro mejor.

 

No sé, no sé. Me releo y no me convenzo.

 


[1] Porque en la entrada de distintos campos de concentración construidos durante la ocupación nazi podía leerse: “Arbeit macht frei”, el trabajo os hará libres.

[2] George Orwell y Aldous Huxley, 1948 y 1932, respectivamente.

[3] Cuando la percepción social del problema abundaba en el buen rollo, antes de la radicalización actual. Yo me consideraba feminista entonces y admito el error de haberlo creído.

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